La tradición del 28 de Diciembre
En la actualidad, el 28 de Diciembre es un día en el que, por un lado, los católicos conmemoran los Santos Inocentes (la matanza ordenada por Herodes de todos los niños de Belén menores de 2 años), y por otro lado, todos aquellos que lo desean (independientemente de su credo) dedican algo o nada de su tiempo a la tradición ya casi desaparecida de hacer alguna pequeña "inocentada", como la de colgar un monigote de papel en la espalda de algún despistado.
Los medios de información, en lugar del socorrido monigote, acostumbraban a publicar algunas noticias falsas, pero esto también ha desaparecido casi por completo, ya que como comentaba uno de ellos ". . . los lectores buscan en un periódico credibilidad y lo que no puedes hacer es engañarlos con noticias falsas . . .", aunque habría que preguntarse a qué se refería exactamente, puesto que hoy en día las noticias tienen muy poco de información verídica y mucho de manipulación informativa, debido, entre otras cosas, a la económica costumbre de tirar de noticias de agencia (copiar y pegar), por lo que si realmente se desea estar bien informado de lo que ocurre a nuestro alrededor sólo queda el camino de la prensa alternativa. ¿Se está perdiendo el sentido del humor, la capacidad de reírnos de nosotros mismos y de nuestras propia cultura?, ¿asistimos después de muchos años a la agonía de los divertimentos públicos y populares?.
La Web de Fañanás quiere colaborar para que esta sana costumbre no desaparezca del todo, por lo que desde el año 2008, en el que incluyó su primera inocentada, continuará haciéndolo cada año mientras la inspiración quiera, el tiempo lo permita y la autoridad no lo impida.
De las Fiestas de los Locos a los Santos Inocentes: La risa sale perdiendo
Durante la Edad Media, desde más o menos el año 622 y hasta su prohibición hacia 1450, se celebraban anualmente entre el 25 de Diciembre y el 6 de Enero las interminables Fiestas de las Kalendas, de los Asnos, de los Locos o de los Inocentes, según las costumbres de los diferentes sitios. Lo más frecuente era celebrarlas los días de la Natividad del Señor (25 de Diciembre), de la Circuncisión del Señor (1 de Enero) o de la Epifanía del Señor (6 de Enero). Se trataba de una especie de liturgias al revés, que tenían lugar en el interior de los templos, con el beneplácito y la participación activa del clero y en las que se celebraban misas burlescas y se elegían una serie de personajes caricaturescos tales como Papas, Obispos, y Príncipes de Locos.
La vida medieval estaba profundamente marcada por la alternancia entre períodos de fiesta y abundancia y períodos de penitencia y austeridad (por ejemplo, la Cuaresma), y las fiestas de los locos permitían la locura del lenguaje, del sentido, y la crítica social, por lo que las cofradías de locos llegaron a convertirse en un agente necesario para mantener el equilibrio dentro del seno social.
Los locos, que solían ser personas importantes nacidas en el lugar y con una cierta holgura económica, se caracterizaban por llevar la cabeza rasurada, aunque en la mayor parte de las ocasiones bastaba con que disimularan su cabello con una gorra de cascabeles, se servían de un bastón a modo de cetro y llevaban en las manos un queso redondo, alimento del pobre e imitación de la bola de majestad que representaba el poder del príncipe. Los locos o necios cumplían su función y carecían de individualidad propia; eran censores públicos, gozaban del privilegio de revelarse contra el sentido común y su misión consistía en criticar, denunciar y satirizar la situación política y social.
El príncipe de los locos se correspondía con el rey, ayudado por la madre loca y un elevado número de consejeros y altos dignatarios. También estaban representados los tribunales, quienes parodiaban juicios de conflictos entre estudiantes, en los que la trivialidad de la materia hacía más difícil y divertida la verborrea judicial. Era la alegría en bruto, sin ningún fondo de malicia, tenían la risa fácilmente excitable. Aquellos hombres parecían dotados de almas infantiles, poéticas y groseras, capaces indiferentemente de actos estúpidos o heroicos.
En las iglesias y catedrales fingían nombrar el Arzobispo o el Obispo de los Locos, y confirmaban esta elección haciendo toda clase de bufonerías, que servían para consagrarle. En las iglesias que dependían directamente de la Santa Sede, elegían el Papa de los Locos, que oficiaba con todos los ornamentos del papado. Todo el auténtico clero asistía a oír la misa; unos eclesiásticos se disfrazaban de mujer, otros se vestían de bufones, o iban enmascarados de un modo grotesco y ridículo. Hacían como que leían con unas gafas cuyas lentes habían sido sustituidas por unas mondas de naranjas, y murmuraban palabras confusas, profiriendo algunos gritos acompañados de contorsiones. No sólo cantaban en el coro canciones licenciosas, sino que comían y jugaban a los dados en el altar, al lado del celebrante. Cuando terminaba la misa, corrían, saltaban y bailaban en la iglesia, cantando y profiriendo frases obscenas y haciendo muchas posturas indecentes hasta quedarse casi desnudos, y luego iban por las calles en carromatos llenos de porquerías, que arrojaban al populacho que se arremolinaba a su paso. Los seculares más libertinos se confundían con el clero y representaban algún personaje loco, disfrazado con traje eclesiástico.
No obstante, para precisar más los orígenes de este folclore urbano es preciso retrotraerse en el tiempo, ya que las Fiestas de los Locos derivan de las festividades romanas de las Lupercales y las Saturnales. Las Lupercales eran celebradas en el mes de Enero con el fin de honrar al dios Pan, dios de los pastores y rebaños originario de Arcadia, representado como un genio, mitad hombre y mitad animal y dotado de una actividad sexual muy considerable, persiguiendo a ninfas y a muchachos con igual pasión. En las Saturnales los romanos honraban a Saturno a mediados de Diciembre, durante siete días, y suponían una especie de retorno a la antigua y dichosa Edad de Oro. Se entregaban a toda clase de regocijos, en los que reinaba la libertad y, a veces, la licencia más absoluta. Los más favorecidos eran los esclavos, pues como las fiestas se habían establecido en honor a la igualdad que reinaba entre los hombres en tiempos de Saturno, amos y esclavos intercambiaban sus roles, los esclavos podían vestir la toga, sentarse a la mesa de sus amos y dar órdenes a éstos; todo les estaba permitido.
En 1450 la Iglesia Católica prohíbe las Fiestas de los Locos, ordenando que se limiten a un solo día de locura, el 28 de Diciembre, haciéndola coincidir además con la conmemoración católica de los Santos Inocentes. Muy recientemente algunos grupos religiosos católicos pretenden establecer este día como el Día Mundial del No al Aborto, ante lo cual, y desde estas líneas, se nos ocurren algunas otras alternativas posibles como el Día Mundial del Derecho al Aborto, el Día Mundial del No al No, o incluso la Semana Mundial de las Fiestas de los Locos. Como decía un estudioso francés de estas y otras muchas tradiciones paganas, ". . . hoy en día el placer no es más alegre, estamos viejos, ya no se ríe de nada, solamente se sonríe, y no mucho tiempo. La explosiva alegría de nuestros abuelos, el talante burlón de nuestros padres, han dado lugar a la indiferencia. Fin de la risa . . .".
Hablando de inocentadas: Miguel Gila Cuesta, un genio del humor
Foto de encabezado: La festividad de las Saturnales en un fresco de la Villa de los Misterios, situada a unos 800 metros al Noroeste de Pompeya